Un pequeño lugar... [ Un pequeño rastro ]

Trozos de vida, trozos de sueños, trozos de historias y de anhelos... Todos, reunidos en éste pequeño lugar. Marquemos caminos, dejemos rastros... Pequeños o grandes: los recuerdos se vuelven inmortales.

Pero han cerrado el paraíso a cal y canto... Debemos dar una vuelta al mundo para ver si se han dejado abierta una puerta trasera. (HEINRICH VON KLEIST, Sobre el teatro de Marionetas)


Rincón del Poeta.

Quisiera hablar de ti a todas horas en un congreso de sordos,
enseñar tu retrato a todos los ciegos que encuentre.
Quiero darte a nadie
para que vuelvas a mí sin haberte ido.
Extracto: "Otra carta" - Jaime Sabines

Poesía Lésbica

La vida sin ti es una cosa sin sangre, sin razón alguna. Tú eres [mi casa] ,mi hogar, tú misma. En ti está mi centro.
(Y el solo quererte me purifica). Ella es el abandono, la confianza completa.

Gabriela Mistral - Niña Errante [Cartas a Doris Dana]

Octavio Paz

DOS CUERPOS


Dos cuerpos frente a frente 
son a veces dos olas 
y la noche es océano. 

Dos cuerpos frente a frente 
son a veces dos piedras 
y la noche desierto. 

Dos cuerpos frente a frente 
son a veces raíces 
en la noche enlazadas. 

Dos cuerpos frente a frente 
son a veces navajas 
y la noche relámpago. 

Dos cuerpos frente a frente 
son dos astros que caen 
en un cielo vacío.





ELEGÍA INTERRUMPIDA


Hoy recuerdo a los muertos de mi casa. 
Al primer muerto nunca lo olvidamos, 
aunque muera de rayo, tan aprisa 
que no alcance la cama ni los óleos. 
Oigo el bastón que duda en un peldaño, 
el cuerpo que se afianza en un suspiro, 
la puerta que se abre, el muerto que entra. 
De una puerta a morir hay poco espacio 
y apenas queda tiempo de sentarse, 
alzar la cara, ver la hora 
y enterarse: las ocho y cuarto. 

Hoy recuerdo a los muertos de mi casa. 
La que murió noche tras noche 
y era una larga despedida, 
un tren que nunca parte, su agonía. 
Codicia de la boca 
al hilo de un suspiro suspendida, 
ojos que no se cierran y hacen señas 
y vagan de la lámpara a mis ojos, 
fija mirada que se abraza a otra, 
ajena, que se asfixia en el abrazo 
y al fin se escapa y ve desde la orilla 
cómo se hunde y pierde cuerpo el alma 
y no encuentra unos ojos a que asirse... 
¿Y me invitó a morir esa mirada? 
Quizá morimos sólo porque nadie 
quiere morirse con nosotros, nadie 
quiere mirarnos a los ojos. 

Hoy recuerdo a los muertos de mi casa. 
Al que se fue por unas horas 
y nadie sabe en qué silencio entró. 
De sobremesa, cada noche, 
la pausa sin color que da al vacío 
o la frase sin fin que cuelga a medias 
del hilo de la araña del silencio 
abren un corredor para el que vuelve: 
suenan sus pasos, sube, se detiene... 
Y alguien entre nosotros se levanta 
y cierra bien la puerta. 
Pero él, allá del otro lado, insiste. 
Acecha en cada hueco, en los repliegues, 
vaga entre los bostezos, las afueras. 
Aunque cerremos puertas, él insiste. 

Hoy recuerdo a los muertos de mi casa. 
Rostros perdidos en mi frente, rostros 
sin ojos, ojos fijos, vaciados, 
¿busco en ellos acaso mi secreto, 
el dios de sangre que mi sangre mueve, 
el dios de yelo, el dios que me devora? 
Su silencio es espejo de mi vida, 
en mi vida su muerte se prolonga: 
soy el error final de sus errores. 

Hoy recuerdo a los muertos de mi casa. 
El pensamiento disipado, el acto 
disipado, los nombres esparcidos 
(lagunas, zonas nulas, hoyos 
que escarba terca la memoria), 
la dispersión de los encuentros, 
el yo, su guiño abstracto, compartido 
siempre por otro (el mismo) yo, las iras, 
el deseo y sus máscaras, la víbora 
enterrada, las lentas erosiones, 
la espera, el miedo, el acto 
y su reverso: en mí se obstinan, 
piden comer el pan, la fruta, el cuerpo, 
beber el agua que les fue negada. 
Pero no hay agua ya, todo está seco, 
no sabe el pan, la fruta amarga, 
amor domesticado, masticado, 
en jaulas de barrotes invisibles 
mono onanista y perra amaestrada, 
lo que devoras te devora, 
tu víctima también es tu verdugo. 
Montón de días muertos, arrugados 
periódicos, y noches descorchadas 
y amaneceres, corbata, nudo corredizo: 
"saluda al sol, araña, no seas rencorosa..." 

Es un desierto circular el mundo, 
el cielo está cerrado y el infierno vacío.





FRENTE AL MAR.





¿La ola no tiene forma? 
En un instante se esculpe 
y en otro se desmorona 
en la que emerge, redonda. 
Su movimiento es su forma. 



Las olas se retiran 
¿ancas, espaldas, nucas? 
pero vuelven las olas 
¿pechos, bocas, espumas?. 



Muere de sed el mar. 
Se retuerce, sin nadie, 
en su lecho de rocas. 
Muere de sed de aire.





ESCRITO CON TINTA VERDE.


La tinta verde crea jardines, selvas, prados, 
follajes donde cantan las letras, 
palabras que son árboles, 
frases que son verdes constelaciones. 

Deja que mis palabras, oh blanca, desciendan y te cubran 
como una lluvia de hojas a un campo de nieve, 
como la yedra a la estatua, 
como la tinta a esta página. 

Brazos, cintura, cuello, senos, 
la frente pura como el mar, 
la nuca de bosque en otoño, 
los dientes que muerden una brizna de yerba. 

Tu cuerpo se constela de signos verdes 
como el cuerpo del árbol de renuevos. 
No te importe tanta pequeña cicatriz luminosa: 
mira al cielo y su verde tatuaje de estrellas.





EPITAFIO PARA UN POETA.


Quiso cantar, cantar 
para olvidar 
su vida verdadera de mentiras 
y recordar 
su mentirosa vida de verdades.





LA POESÍA.


¿Por qué tocas mi pecho nuevamente? 
Llegas, silenciosa, secreta, armada, 
tal los guerreros a una ciudad dormida; 
quemas mi lengua con tus labios, pulpo, 
y despiertas los furores, los goces, 
y esta angustia sin fin 
que enciende lo que toca 
y engendra en cada cosa 
una avidez sombría. 

El mundo cede y se desploma 
como metal al fuego. 
Entre mis ruinas me levanto, 
solo, desnudo, despojado, 
sobre la roca inmensa del silencio, 
como un solitario combatiente 
contra invisibles huestes. 

Verdad abrasadora, 
¿a qué me empujas? 
No quiero tu verdad, 
tu insensata pregunta. 
¿A qué esta lucha estéril? 
No es el hombre criatura capaz de contenerte, 
avidez que sólo en la sed se sacia, 
llama que todos los labios consume, 
espíritu que no vive en ninguna forma 
mas hace arder todas las formas 
con un secreto fuego indestructible. 

Pero insistes, lágrima escarnecida, 
y alzas en mí tu imperio desolado. 

Subes desde lo más hondo de mí, 
desde el centro innombrable de mi ser, 
ejército, marea. 
Creces, tu sed me ahoga, 
expulsando, tiránica, 
aquello que no cede 
a tu espada frenética. 
Ya sólo tú me habitas, 
tú, sin nombre, furiosa sustancia, 
avidez subterránea, delirante. 

Golpean mi pecho tus fantasmas, 
despiertas a mi tacto, 
hielas mi frente 
y haces proféticos mis ojos. 

Percibo el mundo y te toco, 
sustancia intocable, 
unidad de mi alma y de mi cuerpo, 
y contemplo el combate que combato 
y mis bodas de tierra. 

Nublan mis ojos imágenes opuestas, 
y a las mismas imágenes 
otras, más profundas, las niegan, 
ardiente balbuceo, 
aguas que anega un agua más oculta y densa. 
En su húmeda tiniebla vida y muerte, 
quietud y movimiento, son lo mismo. 

Insiste, vencedora, 
porque tan sólo existo porque existes, 
y mi boca y mi lengua se formaron 
para decir tan sólo tu existencia 
y tus secretas sílabas, palabra 
impalpable y despótica, 
sustancia de mi alma. 

Eres tan sólo un sueño, 
pero en ti sueña el mundo 
y su mudez habla con tus palabras. 
Rozo al tocar tu pecho 
la eléctrica frontera de la vida, 
la tiniebla de sangre 
donde pacta la boca cruel y enamorada, 
ávida aún de destruir lo que ama 
y revivir lo que destruye, 
con el mundo, impasible 
y siempre idéntico a sí mismo, 
porque no se detiene en ninguna forma 
ni se demora sobre lo que engendra. 

Llévame, solitaria, 
llévame entre los sueños, 
llévame, madre mía, 
despiértame del todo, 
hazme soñar tu sueño, 
unta mis ojos con aceite, 
para que al conocerte me conozca.





LA CALLE.


Es una calle larga y silenciosa. 
Ando en tinieblas y tropiezo y caigo 
y me levanto y piso con pies ciegos 
las piedras mudas y las hojas secas 
y alguien detrás de mí también las pisa: 
si me detengo, se detiene; 
si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie. 
Todo está oscuro y sin salida, 
y doy vueltas y vueltas en esquinas 
que dan siempre a la calle 
donde nadie me espera ni me sigue, 
donde yo sigo a un hombre que tropieza 
y se levanta y dice al verme: nadie.





MISTERIO.


Relumbra el aire, relumbra, 
el mediodía relumbra, 
pero no veo al sol. 

Y de presencia en presencia 
todo se me transparenta, 
pero no veo al sol. 

Perdido en las transparencias 
voy de reflejo a fulgor, 
pero no veo al sol. 

Y él en la luz se desnuda 
y a cada esplendor pregunta, 
pero no ve al sol.





NIÑA.


Nombras el árbol, niña. 
Y el árbol crece, lento y pleno, 
anegando los aires, 
verde deslumbramiento, 
hasta volvernos verde la mirada. 

Nombras el cielo, niña. 
Y el cielo azul, la nube blanca, 
la luz de la mañana, 
se meten en el pecho 
hasta volverlo cielo y transparencia. 

Nombras el agua, niña. 
Y el agua brota, no sé dónde, 
baña la tierra negra, 
reverdece la flor, brilla en las hojas 
y en húmedos vapores nos convierte. 

No dices nada, niña. 
Y nace del silencio 
la vida en una ola 
de música amarilla; 
su dorada marea 
nos alza a plenitudes, 
nos vuelve a ser nosotros, extraviados. 

¡Niña que me levanta y resucita! 
¡Ola sin fin, sin límites, eterna!





MONÓLOGO.


Bajo las rotas columnas, 
entre la nada y el sueño, 
cruzan mis horas insomnes 
las sílabas de tu nombre. 

Tu largo pelo rojizo, 
relámpago del verano, 
vibra con dulce violencia 
en la espalda de la noche. 

Corriente oscura del sueño 
que mana entre rüinas 
y te construye de nada: 
amargas trenzas, olvido, 
húmeda costa nocturna 
donde se tiende y golpea 
un mar sonámbulo, ciego.





OTOÑO.


En llamas, en otoños incendiados, 
arde a veces mi corazón, 
puro y solo. El viento lo despierta, 
toca su centro y lo suspende 
en luz que sonríe para nadie: 
¡cuánta belleza suelta! 

Busco unas manos, 
una presencia, un cuerpo, 
lo que rompe los muros 
y hace nacer las formas embriagadas, 
un roce, un son, un giro, un ala apenas; 
busco dentro mí, 
huesos, violines intocados, 
vértebras delicadas y sombrías, 
labios que sueñan labios, 
manos que sueñan pájaros... 

Y algo que no se sabe y dice «nunca» 
cae del cielo, 
de ti, mi Dios y mi adversario.





RETÓRICA.


Cantan los pájaros, cantan 
sin saber lo que cantan: 
todo su entendimiento es su garganta.





SILENCIO.


Así como del fondo de la música 
brota una nota 
que mientras vibra crece y se adelgaza 
hasta que en otra música enmudece, 
brota del fondo del silencio 
otro silencio, aguda torre, espada, 
y sube y crece y nos suspende 
y mientras sube caen 
recuerdos, esperanzas, 
las pequeñas mentiras y las grandes, 
y queremos gritar y en la garganta 
se desvanece el grito: 
desembocamos al silencio 
en donde los silencios enmudecen.






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"La medicina, el derecho, el comercio, la ingenieria son carreras nobles y necesarias para dignificar la vida, pero la poesía, la belleza, el romanticismo, el amor son las cosas que nos mantienen vivos"

...que de bueno hay en esto? Respuesta: Que tu estas aqui, que existe la vida y la identidad, que prosiga el poderoso drama y que tu puedes contribuir con un verso.